México



A quién le importa Wirikuta



La defensa del desierto de Coronado, SLP

Antonio Hayuaneme García Mijarez, Guadalajara. El lugar llamado Wirikuta, el sitio de nuestros antepasados mayores, del venado convertido en híkuri, del nacimiento de nuestro más viejo abuelo el sol, desde tiempos que no tiene sentido contar en años, es el principal sitio sagrado de nuestro pueblo. Eso y más es lo que representa este lugar para todos aquellos que nos consideramos wixaritari.

Somos originarios de la Sierra Madre Occidental, y nuestro territorio está entre los estados de Jalisco, Durango y Nayarit. El total de población en hogares Wixaritari se estima en 73 mil 929 habitantes. Wirikuta es uno de los 5 puntos sagrados : Hauxamanaka en Durango, Xapa Wiyeme y Tee’kata en Jalisco, Tatei Haramara en Nayarit, y el más importante para nosotros, pero también para otros pueblos (coras y tepehuanos), Wirikuta. La zona sagrada se ubica en San Luis Potosí y abarca una extensión de 140 mil 211.85 hectáreas en los  municipios: Villa de Ramos, Charcas, Villa de Guadalupe, Villa de la Paz, Matehuala y Catorce.

No es un lugar pasivo como estas letras, vive como nosotros, como todos. A este lugar, nuestros ancestros y actualmente, se ha peregrinado año con año cientos de kilómetros desde la Sierra Madre Occidental, para dar cuenta, solicitar, agradecer y repetir en este ciclo de vida lo que hicieron los antepasados. Son ellos quienes nos dejaron el agua, el peyote, para seguir haciendo lo que ellos comenzaron al crear el mundo. Paralelo o diferente al pensamiento científico, en el pensamiento indígena las razones y fundamentos nacen de los manantiales.

Situaciones como la que presenta el conflicto de su venta a una empresa transnacional, evidencian una situación que cuestiona a la sociedad mexicana, y que está centrada en la búsqueda de un desarrollo, donde el fin no es el problema, sino que hemos acotado las formas para llegar a ella con dignidad y respeto.

En una ocasión se le preguntó a un mara’akame cuál era la razón de hacer sacrificios de animales en algunos rituales. Respondió que había oído que en otros países, en lugares lejanos existen muchos males, como la guerra, enfermedades, desastres naturales, y que por eso los wixaritari tenemos siempre que hacer sacrificios para darle de comer a la madre Tierra, porque ella se alimenta de sangre, y si no se la damos cuando nos la pide, toma su alimento por sí misma.

La naturaleza y los hombres no estamos separados, al contrario. Si como de la tierra, tengo también que darle de comer para estar bien todos todo el tiempo. Así se entiende un cómo de una relación sana entre el mundo y nosotros. El deber de los wixaritari y otros pueblos indígenas también es una cuestión que ya es sabida por un segmento de la comunidad científica e intelectual.

Recupero aquí un fragmento del investigador Víctor M. Toledo: “Podría una familia norteamericana o europea transitar en un auto eléctrico por carreteras con asfalto poroso, podría Home Depot vender muebles de madera producida en bosques ecológicamente certificados, y Wal-Mart declararse verde; podría España reconvertir la mayor parte de sus fuentes hacia la energía eólica, y China aminorar su industrialización y urbanización desbocadas; podrían los partidos políticos integrar a sus programas una agenda ecológica; podrían las estaciones de radio y televisión dedicar programas enteros o una batería de anuncios a la educación ambiental; y por supuesto podrían los ingenieros diseñar decenas de tecnologías para disminuir el cambio climático, y los economistas inventar modelos ambientalmente adecuados de mercado. Y todo esto, sin embargo, no lograría que la especie humana desa­ctivara la amenaza que se cierne cada vez con más fuerza sobre de ella, pues todo lo anterior es necesario pero no suficiente.”

Como sociedad, no hemos superado el incidente de la llamada conquista, cuando los españoles lograron tomar lo que después los mestizos convertirían en México, y contemporáneamente nos sentimos libres pasando por encima de aquellos que nos recriminan un pasado vergonzoso de subyugación: repetimos el modelo al interior. Las secuelas están presentes en el imaginario de nuestra sociedad de generación en generación, y así se han formado las estructuras sociales, políticas y económicas; casos como éste son evidencia de tal enfermedad: a toda costa queremos ser como el denominado primer mundo, podemos vender lo que somos para serlo.

Actualmente el poder se jerarquiza en la capacidad económica y es verdad que da mucho a disfrutar, pero toda acción tiene consecuencia y evidentemente hemos deteriorado y provocado problemáticas ambientales locales, nacionales y globales.

Es verdad que estas formas rigen la estructura mundial, pero sería muy necio pensar que es la única forma para lograr bienestar. El que podamos darnos cuenta de eso no es interés de los medios dominantes que nos aculturan con información en el día a día. El asunto de Wirikuta es uno más de esos tantos asuntos incómodos que hay en el país, y que en realidad reflejan que no es un asunto de “radicales”, “izquierdistas”, o indígenas, etiquetas que se estila atribuirnos. Este caso atañe especialmente a la cosmogonía del pueblo wixárika, pero a un sinfín de lectores les parecerá cercano y familiar, aún en otros contextos y realidades culturales.

En 1994 Wirikuta fue declarada Área Natural Protegida y Patrimonio Histórico y Cultural por el gobierno de San Luis Potosí. En 1999 fue declarada por la unesco como parte de la red de 14 sitios sagrados más importantes del mundo y puesta en la lista tentativa como patrimonio de la humanidad. En 2008 los gobernadores de Jalisco, Nayarit, Durango, San Luis Potosí y Zacatecas Emilio González Márquez, Ney González Sánchez, Ismael Alfredo Hernández Derás, Marcelo de los Santos Fraga y Amalia García Medina firmaron el “Pacto de Hauxamanaka” ante la Unión Wixárika de Centros Ceremoniales de Jalisco, Du­rango y Nayarit; siendo testigo el presidente Felipe Calderón Hinojosa y otras autoridades institucionales. En tal acuerdo, vestidos de wixaritari, se comprometieron a fortalecer un proyecto para preservar y velar por los centros ceremoniales del pueblo wixárika, incluyendo Wirikuta.

Hoy una parte de Wirikuta está vendida en 3 millones de dólares a la minera canadiense First Majestic Silver Corp. y sus filiales mexicanas mineras Real Bonanza y Real de Catorce.

A pesar de los reconocimientos, los pactos, los marcos legales a los que nuestro país está anexo y la cantidad de población indígena que somos, seguimos viviendo un problema de identidad nacional: a toda costa, a cualquier precio, vendemos hasta el alma para ya no ser indios, crisis que aprovechan los que dominan la economía global con una probadita de la zanahoria que ellos se encargarán que no pase a ser de nosotros, mientras nos quedaremos con otro sitio contaminado e inutilizable, que desde tiempos inmemoriales es un lugar sagrado, fuente de nuestra vida y orgullo de lo que somos.

Exigimos a las autoridades la cancelación de las concesiones. Somos un pueblo digno, no estamos dormidos, nuestra identidad no tiene precio y nuestra tierra sagrada no está en venta.

 

Antonio Hayuaneme García Mijarez, es un joven involucrado el la defensa del territorio de su pueblo wixaritari. Este texto apareció originalmente en Proyecto Diez.



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