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La mirada de los pueblos indígenas proyecta otro tipo de cine



Cerca de 60 directores y realizadores se reunieron en Baños para determinar cómo se construye su identidad a través del séptimo arte.


Fotograma de Killa, actualmente en posproducción. Es el primer largometraje de ficción kichwa del país. Foto: Cortesía de Alberto Muenala
Vanessa Terán Iturralde
Alberto Muenala nació en Peguche, en 1959. 21 años después, viajó a México para estudiar cine. En 1980, Muenala, originario del pueblo kichwa otavalo, asistía al Centro de Estudios Cinematográficos de la Universidad Autónoma de México (UNAM), donde emprendió su camino como cineasta.
Su filme Mashikuna(Camaradas), sobre un par de niños que se enfrentan al racismo desde temprana edad y luego se convierten en dirigentes del movimiento indígena, se proyectó en Nueva York en 1996  y llegó hasta el festival de Sundance, un año después.
Muenala, quien se ha dedicado a la docencia y es uno de los creadores de la escuela de cine Corporación Rupai, en Otavalo, es un referente para los realizadores ecuatorianos de todas las latitudes, sobre todo aquellos que, como él, se sienten orgullosos de su identidad indígena.
Unas 60 personas participaron en el Primer Encuentro de Realizadores y Cineastas de los Pueblos y Nacionalidades del Ecuador, celebrado entre el jueves 17 y el sábado 19 de julio.
La reunión recorrió varios ejes de trabajo: cómo es el cine que se genera en este sector y cuáles son sus características; qué consideraciones deben tomar en cuenta las autoridades cinematográficas del país para apoyar a los realizadores y, por último, visibilizar a quienes están trabajando en este campo con el objetivo de crear redes de trabajo.
Este encuentro contó con el apoyo del Consejo Nacional de Cine (CNCine) y con la presencia de su director, Juan Martín Cueva, quien expresó la voluntad de escuchar las propuestas y entablar una relación permanente de trabajo con los realizadores indígenas
El acceso a fondos de fomento
“En los últimos años han querido encasillar lo que hacemos con la etiqueta de ‘cine comunitario’. Ya es hora de que busquemos un nombre propio para el cine que queremos lograr, el de los pueblos y las nacionalidades. Solamente cuando tengamos una identidad podremos crecer. Los países latinoamericanos que han forjado una identidad son los que tienen grandes industrias cinematográficas”, aseguró Muenala durante su exposición, el viernes por la mañana.
Muenala hacía referencia a una de las categorías de los fondos concursables, a la que acceden, por lo general, todas las producciones realizadas por el sector indígena: el cine comunitario.
Este término hace referencia a los mecanismos de producción, completamente ajenos a la lógica del cine comercial, la cual responde a enormes presupuestos.
“Nace, en la mayoría de los casos, de la necesidad de comunicar sin intermediarios, de hacerlo en un lenguaje propio que no ha sido predeterminado por otros ya existentes, y pretende cumplir en la sociedad la función de representar políticamente a colectividades marginadas”, aseguró el boliviano Alfonso Gumucio, en Cine comunitario en América Latina y el Caribe, publicado en  2011.
El cine comunitario está íntimamente relacionado con el derecho a la comunicación. Según Gumucio, “su referente principal no es el cine y la industria cinematográfica, sino la comunicación como reivindicación de los excluidos y silenciados”.
El CNCine entregó, como cada año y en el marco de los fondos de fomento cinematográfico, $ 10 mil para este tipo de producciones, en junio pasado; y entregará, este año, hasta $ 25 mil para dos proyectos enmarcados en esta categoría. Un monto considerablemente inferior al que se entrega a otro tipo de producciones: $ 40 mil a las de bajo presupuesto, entre $ 60 mil y $ 100 mil para producciones tipo B y entre $ 120 mil y $ 180 mil para aquellas de tipo A.
Los realizadores indígenas buscan acceder a todas las categorías concursables, desde el desarrollo de guión hasta la posproducción y no quedar relegados únicamente al cine comunitario o a la coproducción minoritaria.
En 2012, Alberto Muenala accedió a los fondos de fomento del Consejo Nacional de Cine en la categoría de producción, lo que posibilitó el rodaje de Killa (Antes que salga la Luna), el primer largometraje kichwa del país. “La película lamentablemente no ganó los fondos para posproducción y ahí quedó. Está estancada desde hace dos años aproximadamente”, explicó el cineasta.
Al igual que él, muchos realizadores indígenas se dirigen al Consejo Nacional de Cine como la única posibilidad de financiamiento.
Para la comunicadora audiovisual Rocío Gómez, promotora del encuentro, una de las dificultades radica en la manera en que los jurados califican los proyectos. “Se debe considerar la posibilidad de que los jurados no entienden los proyectos que planteamos. Nuestra mirada particular, las propuestas narrativas o estéticas podrían ser malinterpretadas. Tenemos derecho a saber desde qué lógica se califican nuestras producciones”, sostuvo Gómez.
El cine y la identidad indígena
Otro de los ejes de debate que se trató en el encuentro tiene que ver con las temáticas que atraviesan las  producciones de los pueblos y nacionalidades. “Queremos seguir aportando al Estado desde nuestra perspectiva, pero tomando en cuenta que dentro de los pueblos y nacionalidades hay una diversidad muy rica”, afirmó Wayra Koro, miembro de la comunidad puruhá.
Koro fue uno de los organizadores del encuentro y aclaró que la intención no es hacer un cine exclusivamente de y para los pueblos indígenas. “Lo que planteamos es distinguir a la producción audiovisual indígena de otro tipo de producciones. Sentimos la necesidad de ir construyendo nuestro propio estilo”, expresó.
El realizador también hizo un llamado para diversificar los temas. “Nuestros documentales tratan principalmente la pérdida de nuestras costumbres, de nuestra identidad. ¿No habrá otros temas para retratar? Nuestra gente merece ver otras propuestas”.
Humberto Morales, más conocido como ‘Pipo’, es otavaleño y estudió cine en la Universidad San Francisco de Quito. Durante su intervención se refirió a la importancia de la formación académica para  los jóvenes que quieren dedicarse al cine. “Es importante capacitarse para entender por qué estamos haciendo cine. Es una herramienta para contar historias, nos convertimos en magos de un juego que entablamos con el espectador”, aseguró.
Para Frida Muenala, en cambio, el reto está en transformar a la mujer indígena en un sujeto activo dentro de las producciones, desde la realización hasta la actuación. “Me interesa romper con ciertos estereotipos que se manejan con respecto a la mujer indígena y su rol en la sociedad”, indicó.
Luego de tres jornadas de mesas redondas, debates y diálogos entre los realizadores y miembros del CNCine, el encuentro cumplió con el objetivo de pensar un cine distinto. La cinematografía ecuatoriana vive una eclosión sin precedentes, y los realizadores indígenas buscan sumarse a ese fenómeno, sin negociar su identidad y su mirada diversa y particular.
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